
La obra del escultor afincado en Seúl Choi Xooang impresiona. Sus piezas de arcilla nos pueden gustar o no, nos pueden repugnar, asustar, perturbar, pero difícilmente no nos afectarán.
Sus figuras están realizadas sobre resina de arcilla pintada al óleo, esculturas construidas a partir de moldes de cuerpos, y aunque técnicamente posee una absoluta capacidad para el hiperrealismo, esto lo emplea exagerando porciones, mutilando, decorando y fantaseando con el cuerpo humano con la intención de explorar la relación entre los individuos y la sociedad en la que viven, representaciones de individuos que reflejan idiosincrasias propias. Sus preocupaciones acerca de todo aquello que no va bien en el mundo se plasman en cada una de sus creaciones, pues ciertamente a nivel particular revelan enfermendades de la sociedad contemporánea: pérdida, deficiencia, paranoia, la falta de libertad, la violencia escondida tras la racionalidad, cuestiones de identidad y existenciales. Elige la escultura porque en ella encuentra un objeto físico con el que actuar, siendo las mismas un compendio de los cuatro elementos del individuo y de la sociedad en la que vive: mente, conciencia, emoción y material.
Para el artista coreano el cuerpo (humano) nos proporciona señales que superan a lo meramente físico y que nos hablan de cómo se perciben los sujetos a sí mismos, y cómo a los demás, al cuerpo social al que pertenecen. Es entonces, la mejor manera de comprender sus costumbres y su forma de pensar. Respecto a este señalamiento destaca cómo la crisis volátil de nuestra sociedad ha quedado reflejada en la obsesión o negación del propio cuerpo cuando los individuos están cada vez más empeñados en transformarlos.
















